domingo, 23 de diciembre de 2007

Una tendencia que crece


El auge del consumo opaca cada vez más el Espíritu Navideño
Hay un vuelco masivo a las compras
Cada diciembre los centros comerciales aparecen colmados de gente apresurada que carga bolsas de todos los colores. Lista en mano, nada puede quedar fuera de las previsiones de Navidad. Las reuniones de familias y amigos aumentan el estrés en una celebración que, paradójicamente, invita a la serenidad y a la reflexión. Todo empieza con la decoración navideña en comercios, calles y plazas. Y junto con las luces de fin de año, llega el tiempo de rendir culto al consumo. Los números lo corroboran: la venta de celulares creció en estas Fiestas el 35 por ciento respecto de 2006. Las ventas navideñas en general son este año un 20 por ciento más altas que el año último. Comerciantes y productores de electrodomésticos, ropa y adornos saben que su facturación tiene entre un 22 y un 28 por ciento de alza asegurado. El vuelco a las compras es masivo. Por eso, resulta retórica la pregunta sobre cuántos se preparan espiritualmente cada Navidad para recibir el renovado mensaje del Hijo de Dios. No son pocos los que barruntan si el dios del amor ha sido superado en estos tiempos por el poder del consumo. LA NACION consultó a varios intelectuales sobre el sentido de la Navidad. El presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, dijo a LA NACION que la Navidad es una fiesta enraizada en nuestra tradición familiar. "Pero el encuentro de la familia no se agota en este tiempo de Adviento. Para nosotros no es una cuestión de vida o muerte, como le ocurre a mucha gente, que confunde celebración con festejo. En el primer caso, el ser humano eleva la realidad a un nivel superior. Pero el festejo se reduce a tomar y comer", sostuvo. También el artista plástico Luis Felipe Noé reflexionó al respecto: "En la Edad Media, centrada en el cristianismo, se conformó la sociedad burguesa. Y ésta se transformó en sociedad capitalista y de consumo. En esta sociedad que vivimos hay un punto de partida que está en el seno del cristianismo". El punto de vista de "Yuyo" Noé llega a la respuesta por un camino inverso. Con prístina claridad, el filósofo y poeta Santiago Kovadloff explicó: "Espiritualidad y consumo entran en conflicto cuando se vuelven excluyentes o aspiran a sustituirse, pretendiendo que los atributos propios reemplacen o ahoguen los ajenos. Hay una espiritualidad que es expresión del consumo exacerbado y hay un consumo que pretende pasar por espiritual, al investir a los objetos de un sentido afectivo y moral que no tienen". El filósofo sumó, como expresiones de un consumo exacerbado, "el apego intolerante a ciertas creencias de moda en torno de la alimentación, la belleza exterior, la apología de la vida social o la sacralización de la vida deportiva". Tiempo de solidaridad Un rasgo que se ha acentuado en los últimos años son los encuentros solidarios de Nochebuena y Navidad. Consultado por LA NACION, el titular de Red Solidaria, Juan Carr, dijo: "Me parece posible que exista una Navidad por cada corazón, cada individuo, porque es posible que exista una relación de cada uno con Dios. Si alguien siente que darse es hacer un regalo carísimo, yo lo respeto. Hay una evolución espiritual que es individual". Para Carr, "esa suerte de desvirtuación de lo espiritual es como una tentación humana. Todos queremos adornar, coronar, cuando celebramos. Es muy humano dotar una celebración de cierta majestuosidad. Aunque no lo comparta, lo respeto. Para mí el rostro de Cristo está en la maestra heroica que da clases en medio de la nada, en el desnutrido, en el que espera un trasplante". LA NACION intentó consultar infructuosamente a los sacerdotes Guillermo Marcó y Rafael Braun para conocer sus reflexiones sobre una Navidad que ha devenido en un paseo de compras. Para el filósofo Enrique Valiente Noailles, "estamos en lo que Lipovetsky denominó la era del vacío. El consumo es el epicentro de toda actividad de la humanidad contemporánea. Una fiesta de origen espiritual, en un contexto de este tipo, sólo acentúa la percepción de lo que falta. Por tanto, hace más frenética la búsqueda de un sustituto. El consumo es la herramienta que hemos diseñado para intentar escapar a la fosa común de la ausencia de un sentido". El sociólogo Fortunato Mallimaci aportó esta perspectiva: "Me parece muy bien que la gente consuma muchos bienes materiales. Eso significa que hay una sociedad que puede hacerlo. Sobre todo, porque en 2001 y 2002 esa sociedad vivía el consumo como un sufrimiento. También existe hoy un gran consumo de bienes espirituales, porque mucha gente cree que eso puede dar respuesta a sus necesidades, al margen de las respuestas provistas por las instituciones religiosas". Agregó: "El sentido espiritual de la Navidad no está en retroceso, sino que hay diversos sentidos de lo que hoy es ser cristiano para distintos grupos sociales. Hay que descubrir cuáles son y no quedarse en la mirada nostálgica. Celebrar una fiesta donde hay pan y comida tiene un sentido cristiano de comunión muy fuerte". Con la rémora nostálgica que el tiempo navideño conlleva coincide Valiente Noailles. Aunque con un sentido distinto: "Hay algo oculto en el sentido navideño que es una forma de nostalgia de una significación ajena a lo mercantil. Se expresa en el regalo, que al margen de la transacción económica, se da sin esperar nada a cambio. Tal vez sea una búsqueda desesperada de reinstaurar un intercambio que exceda la mera mercancía". Desde el Chaco, donde vive en contacto con una realidad bien distinta de la de Buenos Aires, el reconocido escritor Mempo Giardinelli aportó: "La globalización ha provocado que hoy las personas sean clientes. Los jóvenes no son tales, sino consumidores potenciales. Incluso los chicos son bombardeados con estupideces consumistas como el Día del Niño, Halloween o San Valentín". El autor de Santo oficio de la memoria subrayó: "A mí me importa lo que queda del otro lado de la globalización: ese enorme mundo de gente que celebra sin consumir, con más modestia que ostentación, com más amor que dinero. Son los que resisten a conciencia y no entregan su espíritu a la telebasura ni a la agresión publicitaria ni a la estética cretina". Por Susana Reinoso De la Redacción de LA NACION.

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