viernes, 24 de julio de 2009

Psicología


Padres desbordados: la culpa por poner límites
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar

Uno de los desafíos, a la hora de educar a los hijos, es el de poner límites sin sentir culpa. Los padres temen confundir autoridad con autoritarismo y, en muchos de los casos, piensan que un no actúa en forma negativa para el desarrollo y la autonomía de los niños. Todo lo contrario.
La culpa, más precisamente esta culpa, se genera a partir de variables que pueden darse juntas o no. El miedo a que los hijos los rechacen, repetir viejos patrones de educación, confundir firmeza con violencia, pero, por sobre todo, el temor a frustrar e aplicar criterios adultos. En el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, en mostrarse más dedicados y comprensivos, se han concebido los padres más débiles e inseguros que ha dado la historia.
“Parece que, en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres a quienes los hijos nos regañan; los últimos que les tuvimos miedo a los padres y los primeros que les tememos a los hijos; los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.
Y lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos nos irrespeten” (Tomado de una nota periodística a Ángela Marulanda, autora y educadora familiar).
Los niños crecen en una sociedad diferente de la que tuvieron sus padres y mucho más de la de sus abuelos. La de hoy es una sociedad cambiante, de grises, que ha avanzado tecnológicamente dándole ventajas al hombre, por un lado, y vaciándolo de valores, por otro. “Los hijos están muy lejos de crecer en un mundo donde la humanidad pudiera desarrollarse en armonía, con respeto por las diversidades, con oportunidades para todos” (Dra. Natalia Trenchi).
En este contexto, se hace necesario que los padres dejen de lado el miedo a ejercer su autoridad y tengan claro que esa acción es más un beneficio que un perjuicio.
Marcar límites, enseñar a diferenciar lo correcto de lo incorrecto, lo posible de lo imposible, distinguir entre el error y el acierto, y apreciar el bien común sobre él particular ayuda a infundirles fuerza emocional para sortear los riesgos que los amenazan y contribuye a un óptimo desarrollo como personas y una positiva integración en la comunidad.
Un niño que crece viendo y sintiendo a sus padres como personas culposas y frágiles tiende a buscar límites y referencias fuera del ámbito familiar, asumiendo, a menudo, conductas de riesgo, al generarse vínculos débiles e inseguros.
Se debe educar con autoridad, imponiendo límites razonables, convencidos de lo que se demanda y no cambiar de idea sobre la marcha. Una norma clara le abre al niño un camino por donde peregrinar. Los padres deben asumir que ser responsables de la formación personal de los hijos es lo que determinará el tipo de persona que será en el futuro. El niño/a, además de la constitución biológica, es específicamente producto del estilo de paternidad de los padres o tutores.
La comunicación y la escucha activa son el pilar de la educación en la familia. Los padres enseñan a escuchar a sus hijos, cuando ellos son capaces de testimoniar escuchando. Si bien debe existir una confianza, los adultos constituyen el marco de referencia de los pequeños y, por ello, deben impartir un proyecto educativo que establezca normas. Un límite que no se ha impuesto al niño de pequeño será muy difícil de poner cuando crezca. El padre y la madre siempre deben hacer de padre o de madre.
Los niños buscan obtener lo que quieren y, para conseguirlo, reaccionan de las más diversas maneras. Aquella que les hace obtener lo deseado la repetirán, creando situaciones de extorsión simbólica. Los berrinches y llantos estarán a la orden del día junto a la vergüenza de los padres que, en la mayoría de los casos, no saben cómo actuar.
“De a poco, el niño tendrá que ir comprendiendo que su deseo no hace la ley, que su deseo choca con la existencia de los demás y va a tener que aceptar salir de su omnipotencia. Es difícil y doloroso salir de la omnipotencia, sobre todo cuando uno vive en un mundo que nos invita a ella todo el tiempo, y nos distribuye objetos como el control remoto, por ejemplo, que es por excelencia el objeto de la omnipotencia, ya que, en décimas de segundo, uno puede optar por el mundo que quiere ver” (Philippe Meirieu, pedagogo).
Es aquí cuando el educar en tolerancia debe superar a la frustración. Esto les proporcionará pautas de cómo actuar, cuando se enfrenten a un mundo que no reacciona concediendo todo lo que se le demanda. Ejercer la autoridad es demostrar amor hacia ellos, es estar dispuesto a decirles "no" en el momento y contexto indicado, y estar preparados para manejar las consecuencias.
La profesora Àngels Geis, de la Facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull, en Barcelona, afirma que "hay muchas familias que se preocupan bastante por la educación de sus hijos y que lo están haciendo muy bien, pero otras trabajan tantas horas fuera de casa, que, cuando están en ella, suelen encontrarse muy cansadas y no tienen humor para educar a sus hijos".
En materia de educación, la calidad debe anteponerse a la cantidad de tiempo compartido.
Frente a los hijos, hay situaciones que se pueden negociar y otras que no. Estas “negociaciones” deben estar basadas en la comprensión mutua de valores, actitudes y modelos de comportamiento. Teniendo presente siempre que la autoridad no se expresa a través de la imposición. “La familia es susceptible de transmitir modelos de comportamiento que vayan desde un exceso de permisividad hasta un exceso de autoridad, aunque ambos extremos no son para nada deseables en la formación de identidad de los niños. Por ello, ha de evitarse tanto una conformidad excesiva, como priorizar una relación basada en conductas excesivamente punitivas", sostiene Amparo Novo, miembro de la Federación Española de Sociología y profesora de la Universidad de Oviedo.
Educar a un niño no es tarea fácil. Cada hogar es un mundo y establece sus propias reglas. Por lo tanto, una receta única e inequívoca es casi imposible. Pero hay ciertos “ingredientes” que no deben faltar: dar al niño, paso a paso, una libertad limitada y responsable; tratarlo con respeto; evitar humillarlo, hacer promesas sólo cuando se está seguro de cumplirlas, dedicar tiempo a la diversión, ayudar a fomentar la confianza en sí mismo, no compararlo, que viva su educación en coherencia y seguridad; son algunos de ellos.
En la educación de los hijos, jamás se deben bajar los brazos ni “tirar la toalla”, por más desbordado que uno se sienta.

fuente:Revista on line San Pablo

domingo, 5 de julio de 2009

Formación Ética y Ciudadana 4°I y II

SEGÚN LO OBSERVADO...QUÉ OPINÁS SOBRE EL ROL DE LOS GOBIERNOS PARA PROTEGER LOS DERECHOS DE LOS CIUDADANOS. INVESTIGA QUE FUNCIONES CUMPLE "AMNISTÍA INTERNACIONAL"